Castillo de Ingapirca guarda el pasado cañari



Redacción: Julio Calero G.
Fotos y Videos: Felipa Quinteros M.

Complejo de Ingapirca


El Complejo Arqueológico Ingapirca, cuyo nombre significa ‘Pared de Piedra’, está situado a 80 kilómetros de la ciudad de Cuenca y es el más grande que se ha conservado en el Ecuador; sus vestigios son la mejor evidencia de la superposición de las culturas cañari e inca que hubo en la zona antes de la llegada de los conquistadores españoles.

Fue descubierto aproximadamente en 1739 por el francés Carlos María La Condamine, miembro de la Misión Geodésica que, enviada por la Academia de Ciencias de París, que estuvo en la Real Audiencia de Quito para realizar la medición de la longitud de un grado de meridiano terrestre a las proximidades del ecuador.

Ingapirca está ubicado en la provincia de Cañar, cuyo nombre se deriva de la unión de las palabras Can que significa culebra y Are o Ara que significa descendiente, o sea que los cañaris creen ser descendientes de la culebra, animales que no son de la zona, pero de gran significación en los rituales indígenas.

Los investigadores no se han puesto de acuerdo si Ingapirca fue un importante complejo político-administrativo-religioso o una fortaleza militar, pero al parecer, su función tuvo que ver con todas estas suposiciones. Cuando murió Atahualpa, que fue el último rey Inca, la gente abandonó Ingapirca y se fue a otros lugares.

El Complejo Arqueológico de Ingapirca se encuentra en la provincia del Cañar, es un sitio histórico al que se puede llegar a través de la utilización de un autoferro que se aborda en la población de El Tambo, para conocer sobre la antigua nación cañarí, que habitó en el sector muchos siglos antes de la aparición de los Incas y la posterior presencia de los conquistadores españoles.

El nombre de la localidad desde la cual se parte para llegar hasta el Complejo de Coyoctor y luego al denominado castillo de Ingapirca se llama El Tambo, tomado de aquellas construcciones que realizaron los incas cada varios kilómetros para el descanso de los indígenas (chasquis) que formaban parte del sistema de postas mediante el cual se cumplía la tarea de llevar encomiendas, comunicaciones y otros tipos de correos, como pescado y alimentos, entre la capital del imperio incaico, situada en el Cusco, y sus lejanas posesiones.

A los chasquis se los consideraba como mensajeros personales del Inca; eran jóvenes cuyas edades fluctuaban entre los 18 y los 25 años, con una gran resistencia física, lo que les permitía cumplir su cometido para que el Inca estuviera en permanente y rápido contacto con todos los territorios que pertenecían a las posesiones del Tahuantinsuyo. Se dice que peces capturados en las aguas costeras del imperio llegaban frescos a la mesa de su señor, lo que es una demostración de la agilidad con la que estos correos realizaban su labor, los cuales era realmente unos héroes porque en sus recorridos tenían que sortear una serie de obstáculos, no solo orográficos e hidrográficos, sino también animales salvajes que se cruzaban en su camino e incluso, en ocasiones debían defenderse de ataques de sus enemigos

Coyoctor

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